Sería agradable volver el tiempo atrás en el presente de alguien que sufrió algún tipo de acoso. ¿Alguna vez sentiste que hacían magia negra sobre un muñeco con la forma de tu cara? Es la analogía más acertada que se me ocurre para explicar la incómoda situación en la que te pone ser invadido.
Almendra vivió meses enteros embebida en el temor de ser atacada. Permaneció en silencio a los constantes abusos sobre su persona, como si también le hubiesen robado la voz. Llegó un día en el que ese tipo, responsable de su actual paranoia, se resignó a seguir intentando intimidarla. Ya no le quedaba nada por hacer para destruir su corazón, el amor estaría siempre primero en la lista de prioridades. Gracias a él, la máscara la mostraba invulnerable. Aunque la golpearon gritandole la triste verdad que es vivir con seres humanos.
Ha pasado poco tiempo y paso a paso Almendra se reconstruye. Intenta olvidar las cicatrices, caminar con dignidad por aquellos lugares en dónde él podría aparecer. Almendra hace un esfuerzo para evitar el rencor con aquellos a los que acudió a pedirles ayuda y se reían de sus palabras. Aspira a perdonar a quienes le negaron un abrazo. Pretende alejarse del odio que la sumbsumió en la densa osuridad, y una incontrolable sed de venganza.
Para cerrar el círculo, Almendra pretende superar el miedo profundo, ilógico y simbólico -tan real como inconsciente- al celular. Para así enterrar para siempre la paranoia que la hace saltar cada vez que sobre un detalle no tiene el control. Volver al amor, que te mantiene de pie aunque se te curve la espalda
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