Llega el momento vorágine. Ese punto en el que te enamorás del camino que elegís o te dejás caer. Para estar enamorado te tenés que jugar por tu macabra inocencia. Es peligroso. Posiblemente agarrás una mano insvisible que solo existirá en tu cabeza. Pero la utopía es el momento en el que le das textura, forma y color a esa mano imaginaria.
Una utopía es una pasión, una búsqueda ciega de la luz. Si te dejás llevar por ella, posiblemente te confundirás en tu entramado de personajes. Quizás hasta tu vida se vuelva una historia surrealista. Pero cada instante de sensibilidad y amor sincero por lo que tenés a tu alrededor vale la pena. Un amigo, un libro, un abrazo, tu familia, tus sueños, las estrellas. Aprendés de cada paso el doble de lo que esperabas. Y llorarás cada momento de histeria sentada en el piso para también poder regodearte de la euforia que te produce el sabor de la mañana.
Tengo el fetiche que me respira. Me muevo a pesar de saber que en este mundo estamos para vivir el ciclo infinito de la destrucción y reconstrucción de la esencia. Me doy el lujo de explorarlo todo, ser transparente al punto de reconocer que lo que se mueve no tiene la coherencia que le doy en mi cabeza. Construyo mis fantasmas y les hago el amor. Pido perdón por haberme sujeto a mis ideales. Por contradecirme en los momentos de confusión. Pero en este mundo no queda mas que bajar la cabeza, como mínimo frente a uno mismo, para evitar el suicidio de las ideas.
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