Don de



Ayer, dos extraños montaban una obra de teatro de sus soledades. Hablaban de tejer con hilos de plata pedazos de carne cruda, pero eso no tiene sentido más que para los arlequines que creemos en la comunicación. ¿Quién podría sobrevivir en un paraíso si los que lo ocupamos somos hombres?
A veces, cuando la luna embebe la piel como una nostalgia infinita somos autistas en el mundo de la música. Podemos olvidar los saberes aprendidos, pausar los dolores bloqueados que emanan como un puñal de insensibilidades por la herida, la desgarradura: saber que el mundo para el que fuimos construidos nos rechazó. 


No sabemos por qué llora el niño que con sus cortas piernas camina solo por la rampa. Madre, dónde estás, el mundo es un mar de cuchillos arrojados al viento. Cuida del niño porque es el espejo de tu corazón. Cuidado viene el lobo y le toca el pene. Auxilio, alguien puede oír el futuro desgarrar sus sensibilidades. El niño por unos pocos minutos sigue tan feliz en su idilio camino al final de la rampa. La trampa. 
Madre, dónde estás que la inocencia se le cae. Más tarde tendrá que hacerte una canción para explicar que la lluvia es un fuego en invierno y el hielo en primavera. Cedo, alma desesperada, débil y hablo de Dios. Por nombrarlo de alguna manera, fuerza invisible invencible, auxilio. No lo castigues pobre niño. Como sostendrá sus penas. Lo veo desde una burbuja de cristal, no puedo tomarlo y llevarlo a otro lugar más oportuno. Después deberá escribir un manual para convivir con sus fantasmas. Salvalo por favor y que no deba vivir con la soga atada al cuello y el anhelo seductor de la ventana abierta.






El niño con su triciclo baja por la rampa muy rápido. El auto hace marcha atrás. Van a encontrarse. La madre corre desesperada, volvé que me arde el vientre mi amor no corras la velocidad hace pozos en la piel que después nadie se va atrever a mirar y quién no teme tener que esconder sus rasgos. El nene se detiene detrás de la patente y ¡hay que me lo matan otra vez!. Corro, corre y no lo alcanzamos pero el conductor del auto es el que se detiene.

Entonces, el lobo mientras el niño sube por la rampa lo mira a los ojos. La promesa de una vida llena de vida. El lobo se ablanda y recuerda que cuando a él lo miraron a los ojos no tuvieron piedad. Proyecta y se reconoce en el niño a punto de volverse lobisón. Ve que sus mejillas se arquean hacia abajo, algo del sentido común le ha advertido del peligro. No habla su idioma pero hace una pregunta. El lobo, después de la consciencia, con la culpa no puede vivir.

- Te dejo ir, algún día tu memoria se va a acordar de mi. Pido perdón, la ponzoña ya envuelve tus venas pero nunca atravesará el corazón. Espero que seas feliz, así mitad lobo y mitad hombre; canal de las voces de los caídos, construye un puente, sino te vas a morir.

Niño, los personajes quedan chicos en pocos meses. Amá el silencio. No es el diablo el que te ha poseído, sino la certeza del vacío por no llamarle destino ineludible. Somos piel y carne subyugados a nuestra lógica, aceptá el desafío. Estamos cegados, sobrestimulados y sobrestimados, creamos ficciones para zamparnos la torta que en realidad es del vecino, pero cuando dimos vuelta el tablero de ajedrez, nos hicimos a la idea de que era nuestra. Y de repente la consciencia universal por el cambio se pierde y el tedio es protagonista. Vos corrés a encontrar un lugar de refugio para seguir con los brazos levantados pero no reconocés ni una pizca de contención en los que antes eran oasis. Entonces, de vuelta a la deriva: perdido en la búsqueda eterna de la construcción cuando hasta las palabras que hoy en día hacen de la sociedad son una mentira. Democracia, libertad, igualdad no son ideales burgueses. El sistema lingüístico no funciona, el sistema mental esta en modo pausa, ya no hay límites ni respeto ni siquiera entre las personas con las que te estimás, ya no hay puentes. En este estado no se puede mentir, no te podés esconder. A veces cruzás un ideal y te caés al río. Alzás los brazos para salir entre las piedras y la tierra y la corriente que te lleva al mar, que es el morir, tan rápido. Hablemos de la muerte que es una pulsión de vida a estas alturas.

Podemos encontrar un camino aferrándonos a los susurros que nadie oye por miedo a caer del abismo. La experiencia de las vidas pasadas puede nutrirte. Lo siento, no voy mentirles, estamos tan solos como en el útero y tu gemelo vendría a ser la competencia con la cuál el inconsciente se disputará las vitaminas de ese chocolate que desayunó tu vieja. Lo siento, la sinceridad es un puñal en la garganta pero si asumimos las verdades vamos a tener un oasis de corazones rotos que compartir.


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