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Nos sangra el órgano del amor en el centro del pecho. Sentimos que se hunde el sueño a nuestros pies y caemos como el pez en el foso cuando se supone que al fondo del mar la presión no puede ahogarte.

Vamos aprendiendo a ser destruidos, hasta llegar al límite.

Ahí, cuando las palabras no salen de la garganta y a tu alrededor la oscuridad puede subsumirte. Cuando las culpas generan otras razones por las que faltar a la fé y el recorrido hacia abajo en picada te subyuga a su lógica de muerte.
Ahí, en esa profunda desesperación de comprender la perdición y estar a punto de darle la mano al diablo para que te succione el útero con la mandíbula, encontrás a Dios.


Muchas veces los hombres no van a perdonarte, y vos mismo generás una trampa para castigarte. Pero dejando ir las caídas hasta hacerlas debilidades que te enseñen a construirte podés ayudar a un tercero a que lea la distancia entre el amor y la niebla.

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