Los pibes están sentados
en el banco de la plaza independencia,
todo el dia,
todos los días,
fuman marihuana
silban a las mujeres de caderas
grandes
y a partir de las siete toman vino.
Una nena vestida de rosado
con tarjetas en la mano que no sabe
leer
pide monedas en la alameda,
mientras,
una vieja de falda tiro alto
con su rozagante cruz bendice a cualquiera
a cambio de otra circular
y dorada rueda de metal.
-Para qué
quién sabe-
En el barrio la murga
es un camino
un proyecto y un futuro,
para ellos,
que todavía no terminan la
secundaria.
Vestidos de acetato
reparten la energía que les sobra.
Escondido entre los pies
un abismo peligroso
amenaza con dejarlos caer.
Pero hacen equilibrio
subidos sobre la bicicleta
haciendo malabares
con los coches, las mamaderas,
los palos para los tambores
el repique y el bombo.
Purgan el puñal enterrado.
Camila es una sobreviviente,
se distingue por su capacidad de
sonreír
también lee a Alejandra,
y escribe sus paisajes en un cuaderno.
Ha vivido como camello sin joroba
enterrada en desiertos de sangre.
Pero el polvo blanco la hace perderse
en la obsesión con la búsqueda ciega
de otro lugar que no existe.
La otra vez la ví y ya casi no me
reconocía.
Me pregunto
si se encontrará en el espejo.
Un hombre alto y corpulento
es la sombra en los moretones de Valentina.
Ella sigue siendo dueña de las
lágrimas
que desde el año pasado piden por un
hermano
soldado de vaya a saber qué guerra
en qué esquina
en los brazos de qué hombre
en el amparo de qué cuchillo.
El dolor se volvió así
un tatuaje irregular
mal impreso en su hermosa piel
morena.
Diego baila,
con violencia golpea el aire
y desde afuera alguien critica
sus desquiciados movimientos.
No entienden que el juicio debe
apagarse
cuando late este pequeño espacio de
libertad encausada.
Claudia tiene el estómago inflado
parece un globo escondido debajo de la
remera
porque sus caderas son perfectas
curvas de mujer.
Todavía está en cuarto año,
y debe ser buena cocinando.
Pero el Johnny no trabaja
y ese bebé dormido
quizás tenga que luchar por salir
adelante con ellos.
Ojalá la vida no le baje los brazos,
y esa borrachera no lo provoque
cuando la fiesta se puso aburrida porque
se acabó el porro
y ya no hay plata para cerveza porque
el dueño del kiosco no le pagó
porque es un hijo de puta burocrático
ciego y sordo,
que se aprovecha de que los números
no son el fuerte de los verdaderos
hombres.

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