Ciudad

Nuestra ciudad es un vástago abandonado. Sus esquinas la sombra de los pasos que la recorren cada día. Un hombre duerme en el umbral del edificio y sueña que puede caminar entre los techos. Quizás, si juntáramos lo que siente él, con el odio que guarda el cuchillo en el bolsillo de este otro, podríamos escribir una canción. 
Pero mejor déjenlos en paz. Las almas desnudas que deambulan pasadas las tres de la mañana con los pies en la tierra y olor a cigarrillo te piden silencio porque la noche es hermosa. 

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