Antonela corre hasta la puerta del edificio. Se olvida la vida en el departamento de arriba. Tiene dos opciones, volver a subir por las escaleras y enfrentarse a
la figura enorme del padre de su hija con el cuchillo en el bolsillo o ir a la policía. En realidad, ninguna le viene bien. Se acuerda de Paula y Francisco, quizás ellos
podrían ayudarla, pero están de vacaciones.
A un par de cuadras hay un “cuartel” en el que se pasan el día de a dos tipos tomando notas, café y mirando tele. No queda otra. Se acerca y le explica al primer uniformado la
situación.
-
Dijo que se iba con todas las cosas. Yo no sabía
qué hacer. Quise ir a la cuna a buscar a Aixa, mi hija, pero amenazó con
golpearme. No le creí y abrí la puerta, por eso tengo el brazo todo moreteado y
me duelen las costillas.
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Muéstreme
(Antonela se saca la ropa y deja ver los
golpes al policía sintiéndose humillada por segunda vez)
-
Después
se fue a la cocina. Aproveché el momento para intentar abrir la
puerta de Aixa -una vez más- pero estaba cerrada con llave. Vi por la rendija que agarró un cuchillo y me dio tanto miedo que salí por la entrada principal. Necesito
ir a buscar a mi hija.
-
Ok. Vamos a ver
Salen de la comisaría Antonela y dos policías que se cargan varios kilos demás. Van hasta la plaza que está enfrente del edificio. Observan que la puerta del balcón está abierta y que el tipo entra y sale con muchas cosas sobre los hombros. Hay un coche de niño a la izquierda, al lado de la baranda. Antonela empieza a llorar y le tiembla el cuerpo.Suben rápidamente. Golpean. Nadie contesta. El más gordo de los dos patea la puerta. Antonela corre a buscar a su hija al balcón. El coche está vacío. Un escalofrío le recorre el cuerpo. No se anima a mirar hacia abajo.
Afortunadamente, segundos después uno de los policías entra en la habitación. La bebé duerme en la cuna.
- Acá está. Nada pasó.
N A D A P A S A
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