MATERIAL INFLAMABLE

Cuenta progresiva

Uno

Prometí,
encender un fuego fatuo
para encerrarlo
en las salientes de cada día.

Dos

Dije,
imprimé sobre sus llamas
el elixir detonante de la combustión,
abriendo la perversa posibilidad
de encendernos.

Tres

Mastiqué,
los miedos a cualquier interruptor,
con la máscara adherida,
con ambos pies apoyados
en un balde de agua.


Cuatro

Advertí,
al supuesto caos en boga:
que el evoca al sacerdote
y exorciza la quietud.
Peligroso don el de la electricidad.


Cinco

Tartamudeé,
frente al peligro
la receta pulverulenta de la extinción
en caso de arrepentirme
del mar de cenizas.



Seis

Grité,
al duelo estremecedor:
¡venimos en la búsqueda eterna!
¡una fórmula macabra!
¡todos somos lacayos en este incendio!


Siete

Silbé,
eufórica de agonía
el olor a sangre evaporada
el color de los ojos huecos
el sabor de nuestros órganos quemados


Ocho

Susurré,
un camino a la reencarnación.
Restauración explícita
del dolor físico
que aúlla la pena mental.


Nueve

Decidí,
volvernos fénix
de aquella fábula
empapada de éxodo
y la más cruenta humanidad.

Diez

Concluí,
ya embebida en cal,
que el fuego comienza
y termina
en la boca.




Esto ni siquiera se merece un nombre



Voy a contarte una verdad
me odio.

En cada uno de mis pliegues,
 mis desniveles,
las vueltas del pelo,
los dedos, las manos y los pies.

Odio la manera en que me muevo,
y mi manera de hablar.
Odio no poder despegarme
de  la puta mierda
que soy.

Odio cuando la gente puede verme,
odio que la gente pueda escucharme.
Me odio tanto que la muerte
es mi pulsión de vida.

Fantasear
con un disparo en la sien
 los domingos
es ese suicidio objetivo
que dudo que valla a existir.

La habitación de tortura
en la cual
un verdugo
viola y golpea
mi cuerpo desnudo
mientras me insulta,
es el extremo creativo
provocado por las alas
demasiado extendidas.

Ansiosa,
Boluda,
Crédula,
Despechada,
Ermitaña,
Fea,
Gila,
Hipócrita,
Insípida,
Lunática,
Mentirosa,
Neurótica,
Obsesiva,
Peligrosa,
Rara,
Supersiticiosa,
y Tarada.

No voy a seguir escupiendo
quejas
porque no merezco
estar gastando el aire
ni el tiempo
dibujando el cementerio
del autoestima
porque en algunos esporádicos
momentos de euforia,
 me quiero de la misma manera.

Tan humana


Reversionar la hipocresía

¿Hagamos política en el baño? ¿sobre la mesa?
Hagamos política empedo y con un porro entre los dedos
para bajar a la “querida” del pedestal.
Después nos hacemos cargo.

Hagamos política
cuando esperamos 40 minutos que pase el micro
y no para
porque tenés tremenda cara de pelotudo
o parecés una puta.

Hagamos política en la fila del supermercado
cuando la piba lleva al primer bebé que encontró por la vida en brazos
y la abuela con más de 80 años, dolor de ciático, de cabeza y artritis
tiene vergüenza de pedir permiso.

Hagamos política cuando nos sigue algún simpático personaje
con ganas de cagarnos la vida
porque te puede robar
porque tiene un arma
y vos no.

 Hagamos política cuando se te para el motor
y no sabés cómo hacer para que la vieja
deje de tocarte bocina
como si estuviese ensayando una sinfonía.

 Hagamos política cuando la vidriera de la boutique
parece una carnicería para burgueses engrosados.

Hagamos política cuando durante la sequía
Un día de zonda
el vecino
 riega la vereda
con agua potable.

 Hagamos política cuando en la alameda
se acerca un nene a ofrecerte tarjetas
y lo tratás mal
en tu impotencia.

Hagamos política
de las caras de orto de los empleados públicos,
de las filas interminables del banco, registro civil, correo,
 cuando los empresarios ahorran plata con tu tiempo.

Hagamos política de la angustia de vivir en la ciudad,
de los horarios pico,
 de la manipulación ciudadana,
de los oídos sordos.

Hagamos política si esto es política.
Sino, ya fue.



 Reivindicación del cuerdo

Se están pasando los días.

El peso
de tanta mugre
sobre la espalda
pesa.

Alzás la cabeza
buscando una vista
 panorámica.

La luna brillando
 en el vidrio de la ventana,
la espuma acumulada
en la orilla del mar
y cada pliegue en
el caparazón de un insecto.

Pero el mundo natural no dice
aquello que
necesitás escuchar,
hombre
insaciable.

La fuente de la plaza Independencia
un día de aguas danzantes,
los faroles de la calle Las Heras,
el cuadro del comedor

Pero nada,
ningún escudo en ninguna parte.

Enhebrás una aguja y
 zurcís el pasado a la piel enrojecida
aplicando de anestesia la tristeza acumulada.
Los labios siempre tiemblan
de tanto sostener la sonrisa,
un motivo más para hacerla insignia
de lucha.

Estamos subordinados,
y somos rechazados por nuestros alter egos.
Aunque seamos cuerdos,
Y hayamos llorado cántaros y cataratas
 hasta conformar ríos
que hacen de puente a ciudades imaginarias.
Aunque hemos retrocedido,
para remarcar al estilo Guasón
 las comisuras de los labios.

Hace tiempo que nos volvimos símbolos
en el mundo de la ilógica humana.
Pretendemos ser de luces,
cuando la sombra nos ha cortado por la mitad
y extraído el útero por la boca.

Pretendemos ser de luces,
porque los somos.








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