Me das la mano
color café con leche
Bailan una sinfonía
de violines de plástico y metal
nuestra sombras.
En la ciudad la piel
es más áspera
tenemos que cruzar
antes que le semáforo
se ponga en verde.
Tus venas ramificadas
hacen simbiosis
con las mias
hasta que se juntan
como un tatuaje extendido
para compartir presencias
En cada paso
otra línea rizomática
sube por mi brazo
y te acaricia el codo
como la punta de una pluma.
Nos vamos volviendo
solo el presente
pero no se escucha el silbido
de las gotas de agua
que caen en la fuente
porque hay mucha gente
esperando el recital
mientras me hablás
de un poeta Ruso
y un pibe se acerca
a pedirnos fuego
para prenderse un porro.
Se desdibuja
la forma de las cosas
por eso me gusta encontrarte.
Otra vez llegué tarde. Siempre ese extraño desinterés. Vos
me esperás, me pregunto si en algún punto te importa. Digo, eso de encontrarnos
y usar las máscaras de siempre me aburre. Pero tampoco podemos fingir lo que no
somos. Sería mucho más fácil si no hubiera un cristal entre nosotros. ¿Lo haces
a propósito?
Te veo a través de
tantas barreras que tendríamos que jugar una carrera de saltar obstáculos uno
en cada punta de Mendoza para encontrarnos. Dudo que alguna vez me haya
desnudado en frente tuyo. Hablando de verdad, la piel también es un lindo
disfraz. Vos sos el personaje subyugado al mundo que aparenta tener todo bajo
control. Te queda increíblemente bien tu rol.
Nos saludamos. Supongo que pretendo que algo cambie pero hacemos
siempre lo mismo. Vamos a tomar una cerveza, vos sos muy fácil y muy difícil,
yo soy muy fácil y muy difícil. Te encuentro de a pedazos, por momentos, después
desaparecés y tampoco golpeo la puerta.
Imprenta minuscula
Un panal de dudas
El envoltorio
de tu máscara
muda.
Los números que sobran
para encontrarte.
Se trata de deshacer la sombra
hasta volverla gota
de tu mar de música
Mirar bajo agua
respirar de papel.
Aqui y ahora la respiración es la resta a las capacidades de un Axolotl de vivir en el barro. Cada juez extraño debería comerse sus palabras en el desayuno para aprender a hablar. Desconozco la razón que nos manda con frecuencia a deshacernos de lo que nos queda. En los silencios de la paranoia hay más miradas que ojos en la cabeza de una araña gigante. La rutina amenaza con volverse imposible. Enfermedad mortal. Por suerte siempre queda algo, aunque todavía no sepamos qué es.
Crucigrama
Debe ser la manera
de organizar el mundo
que duele un poco.
Ayer conocías las ventajas
de ser navegante
de tu cuerpo ajeno.
Este crucigrama
se resuelve
con un refuerzo
de fuerza mental.
La vida como
esa fiesta
de matices,
algunos un poco
desubicados
incongruentes.
Aprender a bailar,
tarea esencial
antes de olvidar
cómo se mueven
los pies.
Caminante,
siempre llega
a algún lugar
a descansar la sombra.
Empezar de vuelta
a cambio de un par
de movimientos en falso.
Esa manera
de volver a vos
vendría siendo
la unificación de los reflejos
en un único gesto
humano,
revelador de las construcciones
que habías levantado
sobre arenas movedizas.
El problema de Drácula es que apelan a símbolos religiosos para solucionar el conflicto
En el pozo los puentes
Desaparecen a párpados
Cerrados pregunta
Por qué no queda
Nada.
El mundo es inconciliable
y la tarea de observador
canal equívoco
de sus injusticas
duele.
En el sueño de alguien
que traspasó su inocencia
vomitando en el baño
lloran fetos rojizos
deformes
de muchas cabezas
abandonados en el piso
de un prostíbulo
en el que un huérfano
pasa la noche.
Mientras,
con cinta de enmascarar
dibujo cruces en las paredes
Mientras,
con la horda de vampiros
rezamos el padrenuestro
y se nos olvida la letra.
Es escalofriante
temblamos ante la
inminente
presencia de
la sombra.
Me muero
A veces
en la mañana
Y a la tarde
Vuelvo a sonreír.
Intemperie
Afuera el mundo discute
su lado animal
con un linyera
sentado en el consultorio
del psicólogo.
“El margen es, en la forma,
la parte que no pertenece
adentro, ni afuera”
dicta en su lección
la maestra del jardín.
En el conteiner
del colegio privado
flotan las monedas
que el nene no distiguió
entre el paquete
y el vuelto.
¡Cuidado!
En la esquina
te espera el asesino
y podrías enamorarte.
La válvula hace presión
En las piernas del caminante
En los oídos del músico
En los brazos de la madre
En la garganta del abogado
En la espalda del poeta
La válvula desprende
emociones sólidas
los días de tranquila quietud
que tanto le molestan
al lobo estepario.
Locura
Arrastra
la rama de cordura
que cae de la rampa.
Dijo la bruja,
Pasame en una caja tus miedos
para abrirla de noche
y protegerte del frío.
Oídos sordos
El ruedo de la piel
escondido debajo
del sombrero.
Una cicatriz impresa
en la razón.
La locura es
la metaciencia
de los conscientes.
Dejarla doblada
y perfumada
en el cajón de la memoria.
CASOS
Ira camina agraciadamente por el
bosque de la discordia mientras un par de
imbéciles con máscaras le gritan insultos. Tiene las mejillas
incendiadas por el calor del verano porque Vida ha tapado sus oídos. Evitando,
así, un asesinato masivo del género humano provocado por la explosión de sus
sentimientos reprimidos. Ira deambula constantemente a la deriva. Siempre
sujeta a sus impulsos inconscientes. Un día puede putearte, otro día aplicar
odio mental hasta que sangres.
Angustia sentada en el banco frente
al lago derrama Vida en sus lágrimas. Un perro bebe las gotas y también se pone
a llover. Lleva un vestido celeste que hace juego con el nudo que comprime el
pecho hasta provocarle arcadas. Canta un plañido interminable en el que se lee
la historia de la pérdida de la esperanza que poco a poco desgasta el alma
hasta que te convertís en el agua que te llora.
Locura planea con los cardúmenes
de pájaros que nadan en el cielo anaranjado de un amanecer. La siguen una horda
de criaturas oscuras que proyecta sombras sobre quien las observa desde abajo creyendo haberse perdido en su
incapacidad de encontrar en dónde dejó las manos. Lleva una gorra a veces,
otras se le cae hacia el comienzo del día y no vuelve a aparecer.
Miedo se esconde con el perro que
se tomaba las lágrimas de Angustia. Tiembla descontroladamente hasta provocar
terremotos del otro lado del mundo. Cuando hace frio cava frenéticamente un
pozo y se entierra a cuerpo completo dejando un orificio por el que asoma la
nariz para no ahogarse. Los días cálidos alimenta los fantasmas con goteras
llenas del sudor que le provocó el pánico de seguir de pie.
Ansiedad se come las uñas.
Ansiedad se muerde el labio. Ansiedad tiene moretones varios. Ansiedad se rasca
las picaduras hasta que quedan marcas del doble del tamaño inicial. Ansiedad se
tropieza. Ansiedad se cae y se levanta. Ansiedad se cae y se levanta. Ansiedad
mientras espera pierde el motivo por el que esperaba. Ansiedad no puede
terminar un pensamiento. Ansiedad se cae.
Gracias a Dios
bendito padre santo señor de los cielos, puede acceder a nuestro servicio a un
módico precio: Delivery de exorcistas. Llame ya y ahuyentamos a dos de sus
demonios por el precio de uno. 426- 6666
-
¿Qué?
-
¿No existen los exorcistas a domicilio?
-
¿Dios tampoco existe?
PÁNICO
EXISTENCIAL[1]
Luna
Cae
la noche
Misterio inabarcable
tu
soledad,
madre huérfana.
Contemos estrellas
narcótico
ritmo
hipnosis
Consciencia oscurecida
Memoria.
Amante y
Convicta
Amada y
Primogénita
Guerrera y
Silenciosa
en los recovecos del alma,
nudos.
Las lágrimas son pan
irregularidades
abismos
Cantos.
Resiste la piel mutilada,
Despega
Esconde las culpas
de un Dios.
Espíritu
Cuerpo
Sombra
Fragmento de universo.
Clave de Sol
Lánguidos recovecos
ocultan tejedoras
de agridulces
memorias,
Exorbitantes quimeras
evocan sonrisas
muecas macabras,
Los acueductos coaccionan
errores,
engendran confrontaciones,
contusiones
quiebran espejos.
Apariciones
Entonaciones
Imbricaciones
Respiramos
asfixia silenciosa,
alucinaciones que apresan
la voz de la cordura.
Cuerpos de barro
maúllan
a los abismos,
canciones desesperadas
en la sombra
de un corazón.
La mentira estaciona
en solitarios puentes
la indiferencia.
Un grito incontenible,
tu rostro es petróleo
Carbónico
Narcótico
Venenoso.
Canta un sordo
prodigio
el sonido de las lágrimas
a la luna.
La tristeza
esa violenta cicatriz,
armisticio para salir
que desgarra el útero.
Culpable,
de adicciones
a los sinónimos de caer.
Mecanismo autodestructivo
inherente
a esa dualidad nativa.
Anota la necesidad
de arropar
el demonio interno,
canción de cuna.
La misma habitación de siempre
Solo en una
habitación estaba el cuerpo de una mujer tendido boca abajo. La puerta de
salida cerrada con llave. Las ventanas clausuradas con maderas. El cuerpo no
sangraba pero un halo se desprendía de su rigidez. Algo iba perdiéndose poco a
poco como una gotera en el caño del lavamanos.
Nadie pasaba a aquel lugar, quizás sería
humillante para la misma mujer que vieran el espectáculo de su cuerpo tendido.
Bastaba con desemparchar las ventanas para devolverlo a la vida. Bastaba
simplemente con que ella hiciera un esfuerzo cinco veces más grande del posible
para terminar con aquella pesadilla.
Un hombre de
negro le había inyectado en las venas el veneno de una serpiente agonizante.
Una sombra se llevó lo que quedaba de brillo en sus ojos y casi perdió la movilidad
de sus piernas, y casi perdió sus oídos y quién querría ayudar a alguien en ese
estado.
Ella, dentro
de sí, soñaba extensas praderas de nubes en donde la liviandad de su cuerpo era
la música que la desplazaba de aca para allá como en un sueño infinito. Ella
cultivaba sonrisas para devolver a cambio de los golpes que seguramente iba a
recibir. Ella seguía creyendo en el amor y lo veía recorrer la vereda de
enfrente vestida con un liviano traje azul. Así, tendida en el piso de la
habitación. Pero un día
el tornillo de la ventana estaba flojo. Y alguien del otro lado desenroscó el
objeto. Por una mínima abertura se filtraba un halo de luz, muy leve, pero
suficiente. Ella empezó a pensar en el movimiento. Ella tuvo las fuerzas para
desadormecer un dedo del pie, y después otro, y después ya llegaba hasta el
tobillo. Entonces corrió viento y se aflojó otro de los tornillos y las maderas
quedaron más suelas y cada vez se filtraba un halo de luz más grande.
Alguien que
pasaba decidió entrar a la habitación, por pura curiosidad. Cuando quitó las
maderas de las ventanas descubrió que las paredes eran azules y puntitos de
colores también se dibujaban en el zócalo. Encendió música y empezaron a bailar
las manos de ella, casi levantada.
Alguien la
tomó fuertemente y le dio un abrazo desde el corazón que revivió sus células
dormidas. Salieron de ese lugar. El hombre de negro era solo un payaso a la luz
del día.
¿Unos lentes para ver diferente?
Job tuvo un par de lentes, unos
diferentes. Los consiguió años atrás, cuando todavía no sabía bien cómo hacer
para encajar en la vida. Un día caminaba por el parque San Martín y se le
desató el cordón de una zapatilla. Fue hacia el costado para no tropezarse y
sobre el banco estaban. De un tamaño considerable, medio verdosos y los mangos
trabajados delicadamente con vetas plateadas. Primero pensó que mejor debería
dejarlos en su lugar, alguien los vendría a buscar, pero estaban cubiertos
de polvo, parecía que hacían días o
semanas que nadie los agarraba.
¿El destino? Será que existe una
fuerza superior que determina nuestro camino. Seremos nosotros mismos los que
forjamos con los pensamientos el futuro. Llevaremos una inclinación interior
inconsciente que va llevándonos para algunos lugares. Sea como sea, los lentes
estaban en el banco, a Job se le había desatado la zapatilla, el chico era
curioso. Un conjunto de causas que lo llevaron a ser el dueño del valioso
objeto.
Se los probó primero para jugar,
aunque no le gustaba demasiado usar lentes estos le llamaron la atención. Fijó
la mirada en el árbol que tenía enfrente y descubrió una extraña nitidez en sus
contornos. Sentía como si por primera vez estuviese mirando un árbol, como si
antes no hubiera sido capaz de prestarle atención de esa manera. Un poco
mareado y sorprendido por la sensación que lo invadía siguió contemplando a su
alrededor. Más lejos había una rotonda con pasto, arriba tenía una escultura con
caballos, la gestualidad del jinete y la contorsión que expresaban los músculos
del mármol o algún material parecido eran bellísimos. Aquellos detalles
parecían razón suficiente para entender por qué estamos en esta vida, siendo
personas, con el espíritu encerrado en las cuatro paredes del cuerpo.
El primer panzazo de vida que Job
se dio fue observando un árbol. El enorme objeto enramado se levantaba 10
metros sobre el suelo y posiblemente sus raíces enmarañaban la base como
cabellos de una mujer. Job disfrutó cada vistazo a las hojas pequeñas y verdes
que se mecían suavemente con el viento de otoño. De colores amarillentos, estaban
entremezcladas con el cielo. Parecía que cada irregularidad en el tronco, de
tintes amarronados y textura rugosa, escondía su música.
A partir de ese miércoles por la
mañana los llevaba siempre en el bolsillo. Cada vez que podía darse el placer
de observar a su alrededor abría el estuche azul, limpiaba con cuidado los
vidrios y se ponía los nuevos ojos.
Ser el dueño de aquel objeto no
era tarea sencilla. En Mendoza la seguridad últimamente no es el “pan diario”.
La gente anda como alborotada, violenta, metida en su carcasa de metal. Un día Job
había ido a visitar a Paula, una buena amiga que vive en el Barrio Bombal, de
esas que estudian y trabajan y todavía tienen tiempo para tener un novio. Iban
caminando para la parada a tomarse un micro a Godoy Cruz, ya eran pasadas las
diez de la noche. Desgraciadamente ningún cuatro pasaba y la calle estaba
bastante vacía. Se acercó un pibe de unos 18 años. Le preguntó a Paula si tenía
hora, ella sacó su modesto celular y le dijo
-Son las 10 y 15
-Dame el celular, la mochila y no
armes quilombo
Otro pibe vino de atrás con una
punta y agarró a Job. Le quería sacar sus cosas. Job intentó explicarle que
tenía solamente libros y le dio el celular, pero no hubo caso. A los cinco
minutos se habían ido los dos chabones con todo.
Como era de noche y casi no había
nadie en la calle no pudieron perseguirlos o hacerles una zancadilla o defenderse
de alguna manera. Por otro lado, se les pudrió el programa, volvieron a lo de
Paula, el camino fue bastante incómodo porque ambos se estaban conteniendo las
ganas de putear. Mientras tomaban un café Job le contó la historia de los lentes
ya perdidos…
La semana siguiente Paula le
mandó un whattsup a Job. Estaba en un negocio esos de los chinos en los que
venden cualquier gilada que se te ocurra y encontró unos lentes muy parecidos a
los que había descripto Job. Job le pidió que se los comprara porque quería
intentar probárselos para ver si le hacían algún efecto.
Se juntaron en la plaza España un
rato después. Paula le dio los lentes a Job que los recibió con una cara de
ilusionado que rozaba la estupidez. Job había sentido mucho miedo de perder
para siempre esa visión que los lentes le habían “concedido”. Lo que llega de
repente, se va de repente, sigue su curso, es algo que Job tenía que aceptar.
Se calzó los nuevos anteojos. Era
muy parecidos a los otros, pero un poco más pequeños. Miró a su alrededor y una
vez más pudo sentir que estaba contemplando por primera vez las cosas. Paula le
pareció muy bella con su sonrisa a medio dibujar y sus pecas. Pero esta vez
cuando se sacó los lentes el efecto no se pasó. Todavía veía a su alrededor de
esa manera tan mágica. Sintió ganas de llorar. Había aprendido a mirar de una
manera distinta las cosas.
La cosa
En
la ciudad sombría de Suicis, llena de esquinas oscuras y pasos en reversa, está
escondido un ser desagradable. El extraño redondel óseo se alimenta de los
pensamientos negativos de las personas para seguir con vida.
Lamentablemente
los habitantes del lugar engendran pesimismo en cantidades asombrosas y día a día
su contextura aumenta horrorosamente. Los policías del lugar intentaron terminar
con existencia. Extraño adefesio. Cada vez que están a punto de tenerlo en sus
manos, cada vez que casi pueden agarrarlo para llevarlo a una incineradora y
darle fin a sus calumnias se escapa de alguna manera.
El
objeto, si es que es un objeto, la cosa, si es que es una cosa, el animal, si
es que es un animal, el ser, si es que es un ser, vive escondido en el basural
de la calle Omarc. Los vecinos cuentan que lo escuchan respirar durante el dia,
enterrado debajo de una gran pila de mugre que se levanta y baja, se levanta y
baja, en un extraño latir baboso. También dicen en el barrio que un extraño
gemido brota de las profundidades de su anatomía, como un lamento en el
idioma de la bestia.
La
señora Marta Plas da el testimonio de haberse enfrentado a él, parece que salía a tender la ropa después de discutir con
su marido, pensaba que su vida era una miseria y se arrepentía de las
decisiones que había tomado. Entonces apareció. Hambriento, el monstruo se
presentó a su jardín arrastrando como una enorme babosa pedazos de bancos
rotos, cartón, frutas podridas y distintos desechos. Marta aterrorizada quiso
huir, pero los pies se le habían quedado duros frente a él. Entonces, empezó
ese sonido, primero muy agudo, casi un chirrido, después se iba deformando
hasta volverse un grito acuoso para finalmente terminar en un eructo.
Para
“la cosa” ese había sido su almuerzo. La señora Marta estuvo dos semanas en el
hospital después del episodio, y durante toda su vida siguió contando el
testimonio desagradable.
En
fin, era difícil solucionar el problema. Desde el gobierno lanzaron campañas
pro optimismo. Se multiplicaron los carteles de “sonria” y se borró “lo estamos
filmando” para evitar la paranoia. En la tele pasaban videos con canciones
optimistas, casi de auto-ayuda, pero eso habría sido demasiado vulgar. También
llamaron a artistas callejeros a que hicieran espectáculos de clown y podías
cruzarte con una pequeña coreografía en cualquier momento del día. Pero el
problema era de fondo, tampoco ayudaban demasiado los subsidios en chocolate y
el apoyo económico para la compra de paquetes de viaje. La gente realmente
estaba cansada, cansada de ser ellos mismos, de tener siempre los mismos
problemas, de tener que controlar constantemente sus impulsos para no volver a
equivocarse de la misma manera. Y todo esto, cada minúscula negatividad
cotidiana le daba otra razón a “la cosa” para quedarse.
Pero
un día se encendió una luz en la casa de la señora Mals. Una pequeña chispa de
esperanza. Los vecinos la fueron a visitar para ver cómo era. Acercaban sus
manos para calentarlas como si fuese un fuego. Mals había cultivado con mucho
esfuerzo el fragmento de hogar. Primero se había propuesto deshacerse de sus
tristezas y poco a poco fue limpiando su cabeza de pensamientos molestos. No
fue nada fácil. Se apilaban en su espalda un cúmulo de decepciones pero ella
sabía que un día el esfuerzo daría sus frutos. Y cuando iban a visitar la luz,
se hacía más grande, y ayudaba a los vecinos a que cambiaran su manera de
pensar. Incluso se empezó a correr el rumor de que “la cosa” ya no tenía tanto
alimento como antes, se estaba debilitando.
Finalmente
terminaron enfrentándose. La babosa gigante abrió un orificio en su cuerpo para
succionar a la luz, pero no fue suficiente. Entonces la luz se potenció, se
hizo fuego y desintegró a “la cosa”. Nunca más volvió a molestarlos porque la
gente había aprendido a brillar.
El triunfo de la muerte
En aquel cuadro de Pieter Brueghel el Viejo todos gritan, un coro de cadáveres
que pide auxilio. La muerte lenta se acerca escondida entre las guirlandas de
sensaciones. Un niño mira desde fuera el espectáculo de sombras. Encandilado
por semejante explosión de dolor, señala a sus padres la obra de arte.
En un bar perdido entre las calles de Madrid dos mujeres de
unos cuarenta años comen tapas. Vestidas con ropa estrafalarias y dueñas de las
conversaciones bizarras que inventan, recuerdan la misma obra.
Tatuaje que imprime en la memoria determinada obra de arte.
¿Qué significa? Un pedazo del alma vivencia, como por intuición histórica, si
tiene la intención de comprender con empatía la esencia del mensaje
transmitido. Un pedazo del alma siente, y se conmueve, se identifica y hace
catarsis gracias a aquella intangible e innombrable idea en común que
trasciende la lógica. Podría ponerse en palabras, pero sería difícil aproximar
con verbos a la idea de la expresión. Esperanto universal.
Mariposa lúcida blanca
Un sol alucinante
enceguece el pasto,
pestañean sus tildes
puntitos negros
bordeando las alas.
Las Hojas adheridas
a los contornos
grisáceos,
huracanes de pétalos
translúcidos,
Múltiples vetas,
Un único pasaje
por el absurdo .
Día inmortal
Después acuná el
cadáver
en el país de la
esperanzas rotas.
La naturaleza debe
ser sabia
belleza efímera.
Los grillos cantan durante
el eclipse de sol,
alguien bebe
la fragilidad del
instante.
El sonriente
transcurrir de los
segundos
detrás de los
susurros
de las flores.
La puerta para salir del manicomio está abierta
Ella nos miente, nos
está mintiendo a todos. Es peligroso un asesino con discursos metafísicos
orientales en el bolso. Él nos miente también, malditos bastardos. Saca de la
mochila el mismo libro pseudo-religioso, pero con esta vez imágenes a todo
color. ¿Podés creerlo? La persona de la televisión habla por mi. Le dice a él,
con discreción, que es un hijo de puta. Nunca creí en ese extraño aparato, pero
puede haber una excepción.
Los aliens hacen contacto desde la estratósfera. Increíbles
avistamientos de hormigas documentan en su información celular las apariciones.
Un par de personas lo creyeron. Fueron asesinados. Se mataron entre ellos. Los
testimonios no coincidían.
Una risa nerviosa baja la mirada. El manual para la
hipocresía es el camino más fácil. Tengo pánico social. Quizás estés hablando
con los traumas de un fantasma. Ponete la careta que así te ves como desnuda.
Puta, pero solo los fines de semana. Dijeron que sería un paulatino proceso a la
mejoría. Esto de recorrer abismos ha agotado cuerpo, mente y espíritu. Estamos
hablando del fantasma.
Llorar cada cuatro horas puede ser una deliciosa medicina, o
la muerte. Ciertamente no tengo idea de nada, pero puedo hablar de lo que sea.
Por ejemplo, había una vez un gran óvalo negro que aplastó a un ángel. El ángel
tenía trastorno de personalidad bipolar. Por las noches de luna llena, se
transformaba en hombre lobo. Fue a consultarle al gran árbol mayor acerca de su
condición. Le recetaron sangre de vírgenes. El ángel preguntó con curiosidad si
estaban hablando del himen, de traumas sexuales, si tenían que ser lesbianas o
qué onda.
Estás robándole tiempo al aire. Estás robándole amor al
odio. Estás consumiendo la piel del que no tiene pellejo. Cantar de los
cantares del canto cantado. Silencio de los silencios del silencio silenciado.
Solo oigo el rumor de los miedos que estuvieron a punto de consumirme.
Confusión
Un espiral interpreta la canción del día,
Marchan de a dos en dos
lejos de la soledad,
ensimismados en construir un centro
caminan con las manos
esos ritmos inalcanzables.
Alguien trepa el árbol de Alicia persiguiendo una babosa
arriba otro país de gatos sonrientes,
Una oveja morada se descarrila
para viajar en
bicicleta al borde del mar
pero los pies no le llegan a los pedales,
Alguien reconoce una nueva forma del sol
y la escribe en el pentagrama,
Una oveja morada patina entre lobos
el hielo se quiebra y ellos no sabrán nadar.
El corazón de un pez deambula por la noósfera,
los peces también tenían corazón,
llegaban al lugar en dónde la fuerza de la montaña se hace
agua,
respiraban tierra y nadaban entre lombrices,
misteriosos silencios en sus historias.
La sombra desaparece al mediodía
o se esconde en un vertical invertido.
La soledad?
Un paisaje desierto,
Los artropodos
No tienen coraza
Ni corazon
La sonrisa en falso
De dia y por la noche
Tres lagrimas ahogadas
En cualquier cama
El disolverse de las estrellas
De tu piel
Y la certeza de valer
Un cuerno de unicornio
Que no existe
Una dialectica tacita
Con la punta del iceberg
Que asoma del pasado
Clavada entre los ojos
¿y los que somos solos?
Los artropodos
No tienen coraza
Ni corazon
La sonrisa en falso
De dia y por la noche
Tres lagrimas ahogadas
En cualquier cama
El disolverse de las estrellas
De tu piel
Y la certeza de valer
Un cuerno de unicornio
Que no existe
Una dialectica tacita
Con la punta del iceberg
Que asoma del pasado
Clavada entre los ojos
¿y los que somos solos?
Dar un paso con la derecha lejos del abismo y sentir que el otro pie anda en reversa,
Desde este lado del espejo todos están desnudos
desfilan su crueldad como una insignia de fuerza,
cada uno ensimismado en su ombligo
siempre dispuesto a demoler los ladrillos rotos,
La otra cara de la moneda,
la cámara observadora de la morbosidad ajena,
también afila con las uñas los cuchillos,
pero no elije la consciencia
darse el lujo de liberar al demonio interno,
sin bozal, corre por las calles
su lengua, ávida máquina de insultos
Lúdico y falso juego
de sostener máscaras que no existen
entre personas que no se diferencian demasiado,
somos hermanos
iguales
tenemos los mismos miedos debajo de la almohada.
No te creo invencible,
puedo leer tus mentiras en los ojos
también puedo callar mis verdades con las manos
señalar el pájaro y estar enterrada en un pantano
pero al final no sirve de nada
porque si me hundo yo que grito
vos estabas en el fondo desde el principio.
¿Qué alimentás con usar tus botines para romperme la espalda?
Mi columna es una escalera
y llega a ningún Edén
en donde solo tomamos mate.
Ahí nadie mide su fuerza en pasos, ni en pesos,
Tampoco existe la desesperación primaria
Esa que cargamos entre las manos como niños,
no emulamos nuevas palabras que conquisten mentiras
ni aparentamos colores en cajas oscuras.
Un lugar de verdad
Circularidad
Por fin llega a la última habitación del laberinto que se esconde en la punta de su cama. Desde que cayó por el agujero a las 3am cuando quería ir al baño hasta el momento, los obstáculos habían sido relativamente fáciles de atravesar: caras gigantes con bocas que escupían alquitrán, lugares que se achicaban a medida que pasaba el tiempo y oxígeno que se convertía en ácido cuando detectaba pensamientos negativos. Pero esta vez no era tan fácil, irónico, porque tenía que dejar que el "azahar" decidiera su camino.
El lugar estaba vacío salvo por una mesa con dos botones azules. Uno de ellos tenía un cero plateado impreso arriba del plástico, el otro nada. Uno iba a autodestruirla para siempre y el otro permitía su renacimiento. ¿Cómo? Borrándole de la memoria la aventura hasta que se repitiera nuevamente.
Para el inconsciente las opciones podrían ser sinónimos, pero la diferencia era que uno de los casos le asegura el vacío y el otro simplemente la vacía. La inocencia, posibilidad de una tercera opción, asoma a sus deseos: volver al cuarto anterior. Pero es imposible salir con vida de ahí de vuelta, ya lo había descubierto.
Entonces, tiene un deja vú. De esos que te recuerdan qué hacer. De repente sintió que alguna vez ya se había visto en ese lugar. Como si millones de veces hubiera tenido que tomar la misma decisión. Fuera la correcta o no, sabe perfectamente que aprieta el botón sin cero y despierta unas horas después en casa.
Podrías Aparecer Fuera
Te despertaste. En cualquier lugar. Resaca de espíritu. El ambiente vacío. Se llevaron lo que había. Mientras dormías plácidamente bajo el narcótico que prometía cerrar tus heridas ellos te quitaron todo. Bestias inmundas. Siguen ahí. Debajo de tu cama, detrás de tus párpados. En tus zapatillas. Pero no importa, porque estás despierto. Desnudo. La piel descongelada de miedos. Hace calor. Solo quedan preguntas. Flotan en el aire que te respira. Se multiplican. Cortan sus extremidades para desdoblarse.
La soledad debe ser así. Este extraño cosmos de caminos invisibles. El vaso de agua del otro lado de la habitación. Se siente bien.
Lentamente levantás el cuerpo de la cama. Caés. No sabés caminar. El olvido te tatuó los dedos. Así va a ser mejor. Desde cero. Arriba. Poco a poco, diez pasos. Bocanada de aire. Abrís la puerta. La luz realza las figuras frente a vos. Hablan. Sus caras te miran fijamente pero vos no conocés a nadie. Alguien te llama por tu nombre. No confiás en esa extraña voz. En cualquier momento, la misma boca puede escupirte.
Tocás un botón. Se van todos. Así se siente mejor. Para salir necesitás que se callen y se vallan. Después, cuando te hayas recuperado, quizás se vuelvan a cruzar. Si te dan la espalda no sería la primera ni la última vez. Si te dan la mano les ofrecés el hombro.
Poco a poco recuperás la memoria. Aquella que es útil. Nada más. Entonces, das el paso. El cielo resplandece transparencia. Sentís como si estuvieras sumergido en una especie de gelatina inmensa. Movés los brazos. Movés las piernas. Empezás a correr descalzo. Volviste para alejarte de aquel lugar.
La leyenda de la bruja que pedía auxilio
Un cuerpo en el centro de una explanada. No tocar, dice el cartel delante de la figura desnuda. Tiembla los días de luna llena. La soledad es ese corazón acribillado. Exposición de un museo que recibe sombras que observan con cuidado la sombra. Sin acercarse. Una vez Alguien miró a los ojos del bicho. Quería reconocerlo. Quizás le escribió un poema. Pero es inútil. Ni hombre, ni mujer, no vive en esta tierra ni deja de hacerlo. La piel la olvidó en ese lugar en el que se guardan las ilusiones.
Otro alguien menos adorable aprieta un botón. Empieza la función de circo. Un extraño animal se acerca. Clava los colmillos. Desgarra. Un brazo menos. Toma distancia y arremete. Una pierna menos. Sangra escandalosamente. Como en una película de Tarantino. Se escucha el chillido perturbador de un bebé. Pulsión para salir del laberinto.
Tango
Arriesgar
los parches en los ojos
Jugar
por los despojos
De una
voz que no cayó
Hacer
frente a frente
a los
demonios,
esta
herida es un corsario
de
recuerdos sin perdón.
¿A
dónde vamos
cuando vamos?
¿A
dónde llegamos
cuando andamos?
Rezarle
a un no dios
de un
no pasado,
que
camina atravesado
por el
puente sin razón.
Sentarse
a esperar que los reflejos
borren
los complejos
de
alguien que
tampoco
era yo.
¿A
dónde vamos
cuando
vamos?
¿A
dónde llegamos
cuando
andamos?
Acariciar
la piel del asesino
que
clava sus colmillos
en el
corazón de una flor
antes
de arrancarle
las
raíces sin temor
Ser
consciente puente
de una
mente
colectiva
y siempre amiga
de la
destrucción.
Tengo
miedo al tiempo
cuando
pasa lento
repite
los errores
recuerda
los temores
en
cada miedo muere una esperanza
fuerza
que avanza
de a
poco esta canción.
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